Estamos asistiendo a acontecimientos históricos extraordinarios: una pandemia mundial devastadora, un temporal de nieve y frío que asola nuestro país registrando cotas de nieve en el centro peninsular como hacía 60 años que no se veían, evidenciando el cambio climático y el calentamiento global, etc. Y mientras, nuestro día a día se va robotizando, digitalizando y llenando de nuevos medios y dispositivos electrónicos que pretenden hacernos la vida más fácil, aunque lo más cotidiano parece que se vuelve inalcanzable y casi heroico.
Según Adobe el pasado año las ventas online alcanzaron los 189.000 millones de dólares, lo que equivale a dos años de crecimiento en el comercio electrónico en un solo año. Los centros educativos no pueden permanecer ajenos a la innovación ni a la digitalización, porque sería abocar a nuestros alumnos a un futuro desolador.
Lo que se ha dado en denominar “nueva normalidad” no es sino una realidad distinta que pasa por un cambio cultural y en las costumbres; cierto aislamiento social, el teletrabajo, la casi desaparición de los eventos sociales presenciales, la virtualización de la comunicación entre las personas, las familias, etc. Y entre tanto cambio, la teleformación se abre paso como un fenómeno natural, fácil, necesario, cómodo, intuitivo y cada vez más presente en nuestras vidas.
Desde las administraciones se afanan por desplegar nuevos recursos telemáticos para profesores, alumnos, centros educativos, pero es tal el cambio de paradigma, que vamos a ver cómo cambia hasta el modelo de pensamiento. Los más jóvenes se van a habituar a valorar no tanto el aprendizaje de contenidos, como la forma relacional de emplearlos, la necesidad de que el conocimiento sea mucho más práctico, que tenga un aplicación real y útil para las personas, mediante técnicas “demostrativas” en la formación.
Los profesionales del futuro se formarán con técnicas de aprendizaje virtual, serán capaces de poner a prueba sus conocimientos en aulas virtuales y con ello, tendrán la capacidad de corregir en tiempo real sus fallos, además de poder atender nuevas necesidades, nuevas formas de relacionarse con el entorno.
El ámbito de la salud, la educación, los servicios de atención social y a la comunidad, así como la atención a la dependencia, o los cuidados alimentarios, junto con la tecnología, serán campos de crecimiento en el conocimiento y el empleo. La formación profesional deberá adecuarse a estas nuevas formas de trabajo y a las nuevas pautas de comportamiento humano y social.
Debemos hacer una apuesta inteligente y decidida por incorporar a nuestras aulas los últimos avances en metodología, didáctica y recursos formativos, con un profesorado claramente orientado a las personas que sea precursor de estos nuevos métodos de aprendizaje continuo, a lo largo de la vida. En CCC así lo entendemos, y apostamos por la necesaria “nueva formación profesional”, al servicio de las personas, con un alto componente social, incluso afectivo, emocional, porque tan importante es adquirir nuevas técnicas y competencias profesionales, como seguir entrenando las competencias personales y sociales.
Guadalupe Bragado, Directora de Formación Profesional en CCC